Cuando despertó, cuatro meses después, el blog seguía allí.
Impasible, incorrupto, esperando palabras frescas para alimentar su ardor.
No hubo pasividad sino inviabilidad, o quizá la infructuosa gestión del escaso tiempo libre.
Una nueva muesca en el expediente académico y un traslado ígneo-glacial motivaron el silencio temporal. Nuevos planes, idénticas estrategias.
Ahora, un verano más o menos ocioso para pensar y escribir a la luz de las tímidas noches árticas.
Moraleja: la vuelta a la nada será productiva o no será.