Fantasmas, espíritus, espectros, aparecidos… la nomenclatura suele ser intercambiable, pero el papel que juega este tipo de personaje en el cine de ficción (sea terror o no) viene a ser siempre similar, o al menos se mueve dentro de unos cánones fijados de sobras conocidos. Los fantasmas aquí propuestos se salen un poco de la norma, cada uno a su manera.

Si alguna vez os habéis preguntado qué hacen los fantasmas de una casa encantada cuando no están dando portazos o enfriando habitaciones a su paso, aquí está la respuesta. Esta interesantísima I Am a Ghost relata la monótona rutina de una chica muerta, atrapada en su propia casa mientras vive un día de la marmota de ultratumba.

Probablemente la obra más conocida, que no la mejor, del siempre evocador y juguetón Apichatpong (todos en pie). Su particular mirada, como si descubriera un mundo maravilloso por primera vez, lleno de elementos fantásticos pero totalmente normales, da pie a una naturalización del fantasma (si es que eso es posible) inaudita.

Improbable mezcla de teoría metacinematográfica, ensayo sobre la memoria y cine experimental puro y duro, Tren de sombras trata sobre los fantasmas que crea el propio medio, aquellos espectros del pasado que conjuramos al ver cualquier película antigua, su presencia sobrenatural acompañándonos en cada proyección mientras sus almas siguen eternamente atrapadas en un rollo de celuloide.